martes, 16 de julio de 2013

Perdoname Belen.

Hace unas semanas atrás el país se vio remecido producto de una noticia que no fue capaz de dejar a nadie indiferente. Una niña de 11 años de vida fue violada por su padrastro. Aunque suene cruel y triste decirlo, esa situación es mas normal de lo que nos gustaría a todos. Lo terrible de todo esto es que producto de esa violación la menor quedo embarazada. Tal situación da comienzo a una discusión que cada cierto tiempo se da en escena, respecto a si se debe legalizar el aborto en este país.

Si bien las razones son diversas, una de las mas poderosas que esgrimen las mujeres es que ellas quieren tener el derecho a decidir si quieren ser madres. Vale decir, el estado no puede obligarlas a hacer algo que ellas no quieren, que en este caso es el vivir un embarazo o convertirse en mamas. Este hecho se enfrenta, desde mi humilde punto de vista, con muchas discusiones que se vivieron hace algunos años o que se están viviendo de forma paralela pero que tienen el mismo punto de partida: los derechos de las personas.

Mi formación católica obviamente condena este hecho. Es mas, los sectores mas conservadores (y mas asquerosos) de la sociedad, como los sacerdotes Opus Dei o los politicos de la UDI, han emitido declaraciones basadas en una moral o ética un poco retrograda, casi teniendo una imagen meramente reproductiva de la mujer. Sin embargo y muy a mi pesar, en el fondo de mi corazón esta el sentimiento de que el derecho principal de todas las personas es el derecho a la vida. Y aun cuando no me gusten las palabras de la senadora designada, no puedo dejar de creer que en el fondo de ellas hay una conexión con mi percepción de la vida. No puedo dejar de pensar en aquellos fetos pidiendo a gritos que los dejen vivir simplemente, que ellos no quieren ni educación gratuita ni de calidad, ni tampoco cambio al sistema de AFP o que se acaben las Isapres. Solo les interesa poder vivir.

Mi visión es, por lo tanto, que al margen de cual haya sido la vía de concepción de ese pequeño niño, no le quitemos la oportunidad de vivir. Darlo en adopción, busquemos la forma de no tener que acabar una vida para hacer justicia con un delito.

Se que a muchos el párrafo anterior les va a parecer simplista. Se que las mujeres que estén de acuerdo con el aborto me dirán que yo no tengo idea lo que es una violación, que ojala nunca le suceda a las mujeres de mi entorno mas cercano. Que nunca podre ponerme en el lugar de ellas. Y si, quizás muchas de esas criticas sean verdad. Quizás es muy sencillo para un hombre decir esto. Se que cuando te toca vivirlo es totalmente distinto. Pero me quiero detener un segundo. Y me quiero detener particularmente en una mujer. O mas bien en una niña. En la pequeña Belén, quien ni siquiera tiene el apoyo de su madre ante esta situación. Que debe haber conversado con toda clase de personas, especialistas, activistas y/o fanáticos de todos los estilos que creen que pueden darle alguna clase de consuelo ante el infierno que debe estar viviendo.

Y claramente es un infierno. Y lo peor de todo es que la discusión de si el aborto pasa a segundo plano. Si ella aborta o no, no gana. No existe escenario alguno donde Belén pueda ganar. En todos los escenarios posibles, en todas las situaciones en las que todos nosotros nos imaginemos, a lo mas que puede apostar la pequeña Belén es a perder lo menos posible. Por eso le me gustaría perdirle disculpas a ella. Pero no por no creer que el aborto es la solución o que debería permitirsele, no. Te quiero pedir perdón Belén por que como miembro de esta sociedad no pude hacer nada para impedir esto. Y no hablo de convertirme en Superman o Batman. Hablo de no haber sido capaz, hasta ahora, de darme cuenta de que la legalización del aborto no es el problema trascendental. Es quizás una solución  ante una problema colateral, pero que no cambia lo podrido de esta sociedad. Por eso perdóname Belén por no haber alzado la voz con fuerza por una política de educación sexual. Por no haber pedido a gritos, al igual que como pedí por mejoras en la educación, que en esta sociedad se le enseñara a los hombres a respetar a las mujeres, en vez de enseñarle a las mujeres a evitar que las violen. Por no pedir que se endurecieran los castigos a quienes comenten delitos de pedofilia. Por muchas veces quedarme casi indolente ante los muchos casos de abusos contra menores de edad.

Complicamos tanto la sociedad, tanto los derechos, que así como los bebes que están en los vientres de sus madres solo piden poder vivir, la pequeña Belén solo pide ser una niña. Solo pide preocuparse del colegio, de compartir con sus amigas o del niño que le gusta. De poder vivir tu inocencia. Esa inocencia que te robaron, y de la cual yo y todo el resto de la sociedad fue cómplice.

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